Homilía del 16 de Noviembre

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

16 de noviembre de 2025

Lucas 21, 5-19

  

El Evangelio de este domingo nos sitúa frente a una de las enseñanzas más claras y, al mismo tiempo, más desafiantes de Jesús: la invitación a la fidelidad en medio de la adversidad. El texto inicia con la admiración de algunos por la belleza del Templo de Jerusalén, adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas (v. 5). Era un edificio imponente, símbolo de la presencia de Dios y orgullo nacional. Sin embargo, Jesús sorprende al anunciar que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que la gente admira (v. 6).

Con esta afirmación, Jesús nos recuerda que todas las realidades humanas, incluso las que consideramos más estables, pasan. Nada de lo material es absoluto. El cristiano está llamado a apoyar su vida no en piedras, sino en la Roca verdadera, que es Cristo.

Luego, los discípulos preguntan cuándo sucederá esto, y Jesús responde advirtiendo contra las falsas seguridades y los falsos mesías: “Cuídense de que nadie los engañe,porque muchos vendrán usurpando mi nombre” (v. 8). Es decir, habrá voces que prometan salvación fácil, caminos sin cruz, soluciones rápidas a los problemas profundos del corazón. Y Jesús insiste: “No les hagan caso” (v. 8). La fe no se negocia con ilusiones pasajeras.

Más adelante, Jesús anuncia dificultades: guerras, terremotos, hambres, persecuciones. Pero Cristo no pretende asustarnos, sino despertar en nosotros una fe sólida, capaz de sostenernos en medio del sufrimiento. Él dice: “Con esto darán testimonio de mí” (v. 13). Es impresionante: Jesús ve en las pruebas no un obstáculo, sino una ocasión de testimonio, un momento en el que la fe puede brillar con mayor fuerza.

Y ante la amenaza de juicios y acusaciones, Jesús promete: “Yo les daré palabras sabias” (v. 15). No estamos solos; el Espíritu Santo nos asiste, nos sostiene y nos inspira cuando nuestra fidelidad se pone a prueba. Es la certeza de que, incluso cuando humanamente nos sentimos incapaces, Dios actúa en nosotros.

El texto culmina con una de las frases más consoladoras del Evangelio: “Si se mantienen firmes, conseguirán la vida” (v. 19). La perseverancia: esa fidelidad constante, humilde, diaria, a veces silenciosa, que se mantiene firme aunque el mundo se sacuda. No se trata de grandes gestas heroicas, sino de la constancia del discípulo que confía en Dios más que en sus propias fuerzas.

Esta palabra llega hoy a nosotros en un mundo que también experimenta incertidumbre, cambios acelerados, violencia, divisiones, crisis personales y comunitarias. Jesús no nos pide que ignoremos estas realidades, sino que las vivamos con esperanza, con los ojos fijos en Él, con una fe que no depende de edificios ni circunstancias, sino del amor que Dios nos tiene.

Que este Evangelio nos ayude a poner nuestra seguridad en Cristo, a escuchar su voz por encima de las voces que confunden, y a perseverar con confianza, sabiendo que Él camina con nosotros y nunca nos abandona.

P. José Luis

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