Homilía del 20 de octubre

LUNES XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO

20 de octubre de 2025

Lucas 12, 13-21

 

Este Evangelio nos ofrece una parábola dura pero esclarecedora: la del hombre rico que decide acumular bienes sin tener en cuenta a Dios ni a los demás.

En primer lugar, llama la atención la pregunta con que inicia el pasaje: alguien le dice a Jesús: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia” (v. 13). Jesús se rehúsa a intervenir en ese litigio familiar y aprovecha para señalar la raíz del problema: la avaricia. Él afirma claramente: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombreno depende de la abundancia de los bienes que posea” (v. 15).

Luego viene la parábola: el hombre rico tiene un campo que produce abundantemente; piensa en derribar sus graneros y construir otros más grandes para guardar todo lo que tiene, y luego dedicarse a “comer, beber y darse a la buena vida” (v. 19). Pero Dios le dice: “¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?” (v. 20).

¿Qué podemos aplicar de esto para nuestra vida? Primero, que el tener muchos bienes o una producción abundante no es por sí mismo garantía de vida plena ni de relación auténtica con Dios. La tentación de acumular, de “asegurarse” con lo que uno tiene, puede convertirse en esclavitud. 

Segundo, que el verdadero valor está en “hacerse ricos de lo que vale ante Dios” (v. 21). Esto significa reconocer que todo lo que tenemos es don, y que estamos llamados a usarlo para servir, amar y compartir. No se trata tanto de cuánto poseemos, sino de cómo vivimos con lo que tenemos.

Tercero, la muerte repentina del rico insensato nos recuerda la fragilidad de la existencia humana, y que la relación con Dios y con los demás tiene carácter de urgente. No basta con planificar graneros más grandes; Jesús invita a voltear la mirada hacia el Reino, hacia la justicia, la misericordia y la solidaridad.

En conclusión, este pasaje nos desafía a revisar qué lugar tienen los bienes materiales en nuestra vida, con qué sentido los usamos y si nuestro corazón está centrado en Dios o en nosotros mismos. Pidamos a Dios la gracia de vivir con generosidad, conscientes de que la verdadera riqueza está en amar, servir y reconocer al Señor como fundamento de nuestra vida y de nuestra esperanza.

P. José Luis

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