Cuando el alma aprende a esperar
En nuestra trayectoria de vida espiritual, son muchas las ocasiones de dificultad y tentación que aparecen y nos desalientan. A veces nos hacen perder la paciencia, esa misma que tantas veces le pedimos a Dios que nos conceda y que, sin embargo, parece cada vez más difícil de alcanzar.
Una enfermedad propia o de un familiar, las dificultades económicas, la inseguridad, la impaciencia de otras personas… todo parece formar una bola de nieve cada vez más grande y difícil de manejar.
Le pides a Dios fervorosamente que cumpla tu deseo y te cuestionas por qué aún no han sido escuchadas tus oraciones.
¿Crees que realmente no lo han sido?
Esperar la voluntad de Dios es un acto de amor y de confianza hacia Él.
Santa Teresita menciona: “Las que andamos por el camino del amor, jamás debemos inquietarnos por nada.” Si nuestras vidas están en las manos de quien más nos ama y quiere nuestro bien, debemos confiar en que el camino por el cual pasamos nos conduce hacia Él. Incluso en medio de las tribulaciones podemos encontrar a Dios y aferrarnos a Él para atravesar esa etapa.
Porque eso es: una etapa. Una que debemos atravesar sabiendo que no vamos solos y que, por más oscuro que parezca el camino, siempre hay una luz al otro lado.
¿Por qué debo ser paciente?
“Debemos recordar muchas veces que nuestro Señor nos salvó sufriendo y padeciendo, y que nosotros debemos también asegurar nuestra salvación con los sufrimientos y aflicciones, enfrentando las injurias, contradicciones y disgustos con la mayor dulzura y paz que nos sea posible.”
Es difícil, sí. En realidad, todas las circunstancias lo son: vivir, trabajar, ser honesto, ser casado, ser soltero… Todo cuesta: conseguir las cosas, conservarlas, no perderlas, no echarlas a perder. Si la dificultad es una compañera inseparable, ¿será una circunstancia puramente negativa? Las dificultades tienen valor y sentido según la actitud que tomemos ante ellas.
¿Qué sentido debo darle?
Ofrécelo a Dios. Pídele que te acompañe en tu circunstancia y que te ayude a aprender lo que Él quiere enseñarte en ese momento. Enfréntala con los medios posibles y aguarda con Él.
“Somos débiles, pero el Espíritu viene en nuestra ayuda. No sabemos cómo pedir ni qué pedir, pero el Espíritu lo pide por nosotros, sin palabras, como con gemidos. Y Aquel que penetra los secretos más íntimos entiende esas aspiraciones del Espíritu, pues el Espíritu quiere conseguir para los santos lo que es de Dios. También sabemos que Dios dispone todas las cosas para bien de los que lo aman, a quienes Él ha escogido y llamado.”
(Rm 8, 26-28)
Y por último, te invito a que escribas esta oración y la tengas siempre a la mano, para que cuando sientas que el camino se pone difícil, recuerdes que:
“Nada te turbe, nada te espante,
todo se pasa, Dios no se muda.
La paciencia todo lo alcanza;
quien a Dios tiene, nada le falta:
sólo Dios basta.”