Evangelio del día

En el Evangelio de San Lucas escuchamos uno de los discursos más radicales de Jesús: “El que no me prefiere a mí, antes que a su familia o cualquier cosa, no puede ser mi discípulo.” Recordemos que para nosotros el Evangelio de Jesús no es más que una colección de consejos o dichos humanos de los que podamos tomarlos o no.

Para nosotros, el Evangelio es palabra de Dios, sabiduría divina y eterna, que salva siempre, a todos y en cualquier circunstancia. De ahí la disposición interior y la preparación para estar aquí. El Evangelio de hoy nos habla de la primacía de Dios en la creación y la vida.

El primero de los 10 mandamientos de la ley es: Amarás a Dios sobre todas las cosas. No es un amor exclusivo ni excluyente. El amar verdadero no es así. Amar primero a Dios y luego a todos y todas las cosas.

En este sentido, San Agustín hablaba del "ordo amoris", el orden del amor; y saber así organizar y poner en su lugar nuestros afectos y la vida misma. Primero Dios y después organiza tu vida. Y esto es una realidad: no es primero lo que sientes (que es circunstancial, subjetivo y pasajero), no es primero lo que te gusta, lo que te atrae o emociona. Así la vida se vuelve un desorden y una tragedia, perdiéndose el bien familiar y el bien social; se pierde el sentido común y hasta la dignidad; se quita el lugar de lo trascendente, de lo eterno, de lo divino, y se pone en el centro un gustito que puede cambiar, una emoción que se va a pasar o un placer del que te vas a arrepentir.

El gran drama actual de la pérdida de fe es ponerte en el centro tú, yo o cualquier cosa. Se pierde la objetividad y la verdad; por eso en el Padre Nuestro decimos: hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo, y no al revés, que se haga la voluntad y el querer de cada uno...

La primacía de Dios es un mandamiento de salvación, ahora, aquí, allá y siempre. Tal vez haya que volver a incluir como tarea: darle tiempo a la fe en Dios. Frases como “primero Dios…”, “si Dios quiere…” o “que Dios te bendiga...” no soy yo, no eres tú... es alguien divino que nos une y nos da sentido y consistencia. Tal vez haya que invertir en las cosas de Dios y aprender a verlo y descubrirlo en el día a día.

Hay muchas cosas que nos salvan: la sencillez y la humildad para quitarnos; la inteligencia, la intuición y el sentido común; el silencio, la reflexión y la oración, etc. Agradezcamos la Palabra que nos salva, que nos ubica y nos rescata e ilumina. Agradezcamos que sea el Amor lo que organiza y gobierna la vida.